Te pido perdón!.

Te pido perdón por cada vez que te oculté, por cada vez que sentí vergüenza de vos.
Te pido perdón por todo el tiempo que justifiqué que los demás te agredieran y se rieran, por cada vez que tuvieron algún motivo de diversión a costa tuya. Perdón por burlarme de vos, a solas y delante de los demás. También por hacerme el superado y hacerles creer que me causaba gracia, cuando en realidad sentía culpa y dolor.
Perdón por no defenderte, por ser cómplice de un odio desmedido e injustificado.
Perdón por humillarte, por pensar que merecías no pertenecer ni encajar con el resto.
Perdón por exagerar tus defectos y por ver errores en vos donde ni siquiera los había.
Lo siento mucho, de verdad que lo siento.
Me dejé llevar por las perversidades del resto, por sus miserias y valores tergiversados.
Perdón por no querer ni verte, por evitarte y negarte tantas veces. Por querer hacer como si no existieras porque cada vez que me acordaba de vos se me arruinaba el día.
Perdón por haber querido que fueras de otra manera, por no aceptarte y por forzarte a que fueras como no querías ni podías ser.
Perdón por no cuidarte, por exponerte, por dañarte, por rechazarte tanto. Como si no fueras parte de mí mismo y de lo que soy, como si no fueras uno de los regalos más grandes. Pero hoy no, ya no.
Hoy te quiero como nadie en la vida te va a querer (estoy seguro, no es soberbia de mi parte), con una intensidad y con un respeto con el que no me importa que nadie más te quiera, porque hoy estoy de tu lado.
Carta a mi cuerpo, una que le debía desde hace mucho tiempo.